Se parece a una dictadura

Los dictadores siempre pasan por encima de lo que quieren las mayorías. De hecho, es común que entre más oposición tenga alguna de sus ocurrencias, más las imponen, por aquello del narcisismo que les ha otorgado el poder. Poco importa si han sido elegidos, pues utilizan la democracia como andamio para llegar al poder y una vez se instalan, tumban la estructura sin compasión.
 
En las encuestas, una mayoría de colombianos está en contra de concederles a los terroristas, impunidad y elegibilidad.  A esa mayoría se han sumado la Corte Penal Internacional, Amnistía Internacional y figuras como Kofi Annan y Rigoberta Menchú, ambos galardonados con el Premio Nobel de Paz.
 
Pero esas voces poco importan. Para Santos, hay que mostrar un papel firmado, cueste lo que cueste, y si eso implica que secuestradores, homicidas, abusadores de menores, extorsionistas y narcotraficantes -todas, “cualidades” de las FARC - no paguen ni un día de cárcel y se les premie la barbarie con cargos públicos de alto nivel; el gran promotor de la “paz habanera” está dispuesto a hacerlo sin consideración alguna.
 
Ha sido tal la catarata de engaños, que a estas alturas no sabemos si la barrabasada que se firme en La Habana, irá a referendo o no, si las preguntas incluirían todo lo acordado o lo “redondearían” en algo así como si se apoya o no la paz o si se está negociando la estructura del Estado. Lo que sabemos es que el cese bilateral de fuego ya es una realidad por parte del gobierno.
 
Hace unas semanas, un sujeto agredió y amenazó a varios policías en Bogotá y la indignación no se hizo esperar: los medios, en gavilla, se fueron lanza en ristre contra el individuo, por el ataque a los uniformados. Sin embargo, cortesía de la “paz habanera”, semana tras semana, las FARC han asesinado a policías y soldados en todo el territorio nacional, incluso quemándolos vivos o con tiros de gracia.  Pero en esos casos la indignación desaparece, pues la mermelada dictatorial hace lo suyo y los medios tapan las aberraciones, unificados a favor de la falacia, no sea que toda la ciudadanía finalmente vea lo que está pasando y de una vez por todas, rechace plenamente la falsa paz santista.
 
Para completar, el funcionario encargado de establecer la política criminal y ser la voz de las víctimas, ha tomado partido por los victimarios y sus alocuciones son dignas del más entusiasta abogado de oficio de las FARC. 
 
Así las cosas, una dictadura se afianza cuando pisotea a las mayorías, cuando se vuelve sorda ante las advertencias de la comunidad internacional, cuando su discurso es una catarata de engaños y explicaciones sinuosas, cuando unifica con dinero o presiones a los medios para extinguir la libertad de prensa y cuando disuelve las fronteras de los poderes de la República.
 
LAS OPINIONES EXPRESADAS EN LOS MEDIOS DE ASOBEL, NO REPRESENTAN EL PENSAMIENTO DE LA ASOCIACIÓN Y SU PUBLICACIÓN FORMA PARTE DEL CRITERIO DEMOCRÁTICO QUE PROMUEVE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

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