Realidades incómodas

La más reciente encuesta de Ipsos Napoleón Franco dejó en evidencia algunos elementos estructurales que han contribuido, de manera decidida, a profundizar la tragedia nacional. Concretamente, el sondeo mostró un panorama desolador en cuanto a la confianza de los ciudadanos en el aparato judicial colombiano.
 
De hecho, el 84 % de los encuestados manifestó que no confía en la justicia colombiana.  Es de tal magnitud la mala imagen del poder judicial, que incluso supera en desconfianza al Congreso de la República.
 
Es que un poder judicial que se muestra garantista con los delincuentes, que navega de escándalo en escándalo por cuenta de la corrupción de algunos funcionarios, que adolece de una pasmosa credulidad ante falsos testigos que parecen dioses que lo han escuchado y visto todo y en todas partes; no puede aspirar a una mejor percepción por parte de la ciudadanía.
 
Es más: la ausencia de credibilidad se explica también en que los operadores han engendrado múltiples problemas nacionales: los jueces legislando, por ejemplo, contribuyeron a la actual crisis de la salud, pues enfocados en dispensar igualdad, pasaron de largo frente a consideraciones fundamentales como la disponibilidad presupuestal y las estructuras institucionales que no se actualizaron en más de una década.
 
Y ni hablar de la contribución de la operación judicial a la tragedia de la corrupción, pues aquel deforme moral que sabe que no será perseguido y que no hay juez alguno que le exija cuentas; escalará en su ambición al estar convencido de que la justicia no lo tocará. 
 
Así las cosas, la suspicacia que los ciudadanos sienten frente al poder judicial es consecuencia de la mala operación de la justicia, de la promulgación de normas exageradamente garantistas y del discurso en el que se quiere convencer a la ciudadanía de premiar el “crimen altruista”, profundizando la burla constante a las leyes por parte de infractores y delincuentes, con el beneplácito de jueces, fiscales y legisladores. 
 
Ante este escenario, parece insuficiente una reforma a la justicia y se asoma en el horizonte la necesidad de crear un nuevo andamiaje que rescate la majestad y el respeto por las decisiones judiciales, un aspecto fundamental para alcanzar la verdadera paz que es fruto de la justicia.

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