¿Las semillas genéticamente modificadas pueden ayudar a los pobres?

Por Fabio Hoyos, Vicepresidente de comunicaciones de ASOBEL
 
Laura Gutiérrez Escobar, historiadora de la UNAL y candidata al doctorado en Antropología de la Universidad de Carolina del Norte, participó en una conferencia en la Universidad Dalhousie en la que se abordó la política internacional de Canadá relacionada con los programas de ayuda alimentaria y desarrollo agrícola en los países del sur global, y se discutió si se deben promover los transgénicos o no en estos programas, informó para Radio Canadá Internacional (1):
 
“Los transgénicos son una tecnología no probada como inocua para el ser humano, ni para los ecosistemas, ni para los demás seres vivos. Aún no hay un consenso científico sobre esto y, por lo tanto, no deben promoverse, en especial en programas que van dirigidos a las poblaciones más vulnerables”. Al respecto véase un estudio francés de 2012 que sostiene que el maíz genéticamente modificado de Monsanto causa tumores masivos, daño en órganos y muerte prematura; esto condujo a que París le pidiera a la UE aplicar el principio de precaución en el caso de éstos (2).
 
En ese marco, “el gobierno colombiano aprobó el uso de los transgénicos, sin haber hecho pruebas de bioseguridad con toda la rigurosidad requerida y cambió la legislación en propiedad intelectual, favoreciendo el monopolio y el derecho de patente de esas semillas en Colombia”.
 
Por otro lado, afirma Laura, “la promoción de los transgénicos atenta contra la soberanía alimentaria de los pueblos, porque estas importaciones y ayudas alimentarias afectan a los productores locales, como sucede en Méjico con la invasión del maíz transgénico estadounidense, más barato, que además está contaminando genéticamente sus semillas criollas”. El TLC de Colombia con EE.UU., vigente desde 2012, está acabando con nuestra agricultura, pasamos de importar 700 mil toneladas de alimentos en 1990 a 10 millones al día de hoy. Hoy se producen en Colombia 1,7 millones de toneladas de maíz y se importan 4 millones de maíz amarillo principalmente. ¿Cuánto de éste es transgénico y quién no lo consume? Es difícil saberlo porque en Colombia no se exige el etiquetado de transgénicos para el consumo humano.
 
“Se cambió la legislación en propiedad intelectual sobre plantas y se suscribieron convenios que protegen los derechos de propiedad intelectual de los obtentores vegetales, los que producen nuevas semillas, las empresas de biotecnología como Monsanto o Syngenta. Convenios en los que los Estados miembros pueden renunciar a garantizar el “derecho a la reserva” de sus agricultores, es decir, el derecho a guardar las semillas libremente para la próxima cosecha y a experimentar con ellas para su mejora”. Al respecto resulta revelador el documental 9.70 de Victoria Solano sobre el decomiso de 62 toneladas de semillas de arroz y la destrucción de la mitad de éstas,  reservadas por agricultores de nuestras mejores tierras arroceras (3).
 
Nadie respondió en Colombia en el 2008-2009, y de nuevo en 2012-2013, por el fracaso del algodón Bt de Monsanto, quien monopolizó el mercado e impuso el cultivo de estas semillas manipuladas genéticamente para atacar algunos insectos lepidópteros de los países del norte, pero inocuas ante el picudo, causando la ruina del sector algodonero nacional.
 
Laura, quien investiga los conflictos por el uso y la propiedad de las semillas en Colombia, a partir de la expansión de los transgénicos y las leyes de propiedad intelectual sobre material vegetal que les favorecen en el marco del neoliberalismo, concluye que los transgénicos no son necesarios y, bajo el modelo de mercantilización de la vida, no representan una ayuda para los pobres.
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Recuerda el incendio de Puente Aranda?

El Camino de la vida: Un sendero que debemos recorrer

¡Pelea, pelea!