La ciudad que recibirá Peñalosa

Por Jaime Restrepo Vásquez.
Del 1 de enero de 1998 al 1 de enero de 2016 no solo habrán pasado 18 años. Por donde se mire, Bogotá es otra, las finanzas están en condiciones radicalmente opuestas y las expectativas son, si se quiere, mucho más altas que en aquella época, pues la tarea de reconstrucción que requiere la ciudad no admite demoras.

Enrique Peñalosa no la tiene fácil. Así como intentaron una revocatoria de su mandato a finales del 98, Bogotá tendrá su grupo de viudas del poder, que no se resignará a que los ciudadanos lo hayan sacado, a escobazos y por la puerta de atrás, del Palacio Liévano.

¿Cuál es la ciudad que recibirá Peñalosa? Durante 12 años, Bogotá fue el laboratorio para experimentar con el resentimiento social: hay odio de clases en la ciudad, suscitado por la polarización y por la chabacanería populista con la que fue manejada la capital durante casi tres lustros.  Este es un desafío de marca mayor, pues la ciudad fue víctima también del asistencialismo, una paraplejia social que dejó a muchos en una profunda vulnerabilidad.

De otro lado, Peñalosa tendrá que enfrentar la catastrófica situación de la EAAB, postrada no solo por el manejo al mejor estilo de la PDVSA chavista; sino también por la “guerra de las basuras”, todo enmarcado en la ideología de la estatización a toda costa, así el Estado sea un pésimo operador y solo sirva a intereses electorales del clan que regenta el poder.  De hecho, según el Contralor Distrital, el modelo de aseo dejó un saldo en rojo de 43.000 millones de pesos.  Esa estatización a rajatabla, solo por el prurito ideológico que sienten contra los privados, le generó a la ciudad costos adicionales por $102.000 millones que saldrán del bolsillo de los capitalinos.

Ni hablar del SITP, cuyo déficit fue calculado por el propio Gerente de Transmilenio en más de 600.000 millones de pesos, causados por la desorganización, la improvisación y las medidas populistas de la administración Petro, el cual, para ganar algunos adeptos, decidió reducir temporalmente las tarifas, sacrificando la calidad del servicio y las finanzas de la ciudad.

Es bueno reconocer, sin embargo, que Peñalosa recibe una ciudad un poco más consciente en lo ambiental, pese a la urbanización de La Conejera o a la decisión de prolongar, por decreto, la vida útil de los vetustos articulados que inauguraron el sistema Transmilenio, contaminando más y poniendo en riesgo la integridad de los usuarios.

Difícil tarea la que enfrentará Peñalosa, pues no recibe la Bogotá de Castro o de Mockus, sino la catástrofe de Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro.

Comentarios

  1. Anónimo11:10

    Buen análisis de lo que le espera a Peñalosa y de lo que dejó el desgobierno Petro.

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