No más inestabilidad

En el oficio del periodismo, aprender los nombres de los funcionarios es un requisito mínimo para el ejercicio profesional. Sin embargo, los comunicadores que cubren las fuentes distritales no acaban de aprenderse el nombre de un funcionario, cuando ya llega otro a reemplazarlo.
 
¡Qué dolor de cabeza! En tan solo 17 meses, el Alcalde Mayor ha tenido tres gerentes de Transmilenio, tres secretarios de Gobierno, dos secretarios generales, dos gerentes del Fondo de Vigilancia y Seguridad, dos secretarios de Movilidad y dos gerentes de la EAAB.
 
No es casualidad que las áreas de gobierno que se ven estancadas, o con poca gestión, sean las que han tenido mayor inestabilidad en el liderazgo: movilidad, Transmilenio, recursos para la seguridad y el acueducto. Semejante inestabilidad repercute en la cotidianidad de la ciudadanía, que resulta afectada por la falta de continuidad de los ejecutores de las políticas distritales. 
 
Es, por ejemplo, el caso de Transmilenio: aún no ha sido posible solucionar el caos en el pago del servicio, pues los usuarios de las troncales Caracas, 80, Suba y NQS no pueden utilizar, con la misma tarjeta, las rutas de la Fase III de Transmilenio y si se atreven, deben suministrar una cantidad de datos para adquirir la tarjeta: ¿Para qué necesita el Sistema la dirección, el teléfono, la fecha de vencimiento del documento de identidad, el nivel de educación o el nombre de la empresa donde labora el solicitante?
 
Siguiendo con Transmilenio, la inestabilidad ha llevado a la Administración a una seguidilla de bandazos: que sacaban los buses viejos, que no, que los articulados obsoletos aguantan 200 mil kilómetros más; que crearían una empresa distrital de buses, que no, que una alianza con los privados permitiría incluir los buses eléctricos… ¡En fin! Mientras van de ceca en meca, las aglomeraciones en estaciones y portales contrastan con los buses estacionados a lado y lado de la vía, como si fuera una carrera de resistencia en la que se pretende agotar a los usuarios y facilitar la eliminación del Sistema.
 
Ni hablar de la movilidad en Bogotá, que es un oxímoron para disfrazar el caos en las vías capitalinas: desde principios del año, los buses que estaban para chatarrización quedaron en un limbo, pues faltaba la firma de la Secretaria de Movilidad. Los propietarios no podían mover los vehículos, mientras pagaban el estacionamiento y se endeudaban para cubrir los créditos que asumieron para comprar sus buses.
 
La inestabilidad institucional no la pagan los políticos de turno, sino los ciudadanos que tienen que padecer la falta de continuidad y la ausencia de liderazgo en temas que los afectan día a día: Una Bogotá humana debería ser también, una Bogotá estable.

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