El futuro que nos depara…

¿Cuál es la materia que más odia? Esta pregunta circuló hace algunos días por Twitter, y algunas respuestas dejaron serias preocupaciones sobre lo que ocurre con nuestros jóvenes y con eso que llaman educación.
 
Más allá de los lugares comunes, algunas respuestas deberían encender las alarmas.  La argentina Hanna Viguera indicó lo siguiente: “la materia que más odio es todas, creo que con la única que me llevo bien es recreo…” ¿Qué esperanza tiene una sociedad cuyos jóvenes no se entusiasman con algunas materias afines con sus proyectos de vida? La realidad avasalla: muchos de ellos no tienen un proyecto de vida y en numerosos casos, prefieren el camino fácil de odiarlo todo, con excepción del ocio y de la pereza.  Nos podemos imaginar el porvenir de Hanna, marchando para protestar por la desigualdad y quejándose, con la amargura que expele la mediocridad, por la falta de oportunidades.
 
Otra respuesta que llamó la atención la dio la venezolana María Valentina Alfonzo, quien dijo: “La materia que más odio es historia: ¿a quién demonios le importa que pasó antes de que naciéramos?” Muchos de nuestros niños y jóvenes coinciden con María Valentina y desechan de plano, los conocimientos que ofrece la historia para no repetir el pasado.
 
Resulta crítico, para una sociedad, abandonar su historia. Basta con ver a Colombia, nación que, como Sísifo, repite y repite los mismos errores, sin visos de tener la capacidad de corregirlos. Solo un ejemplo: en la década de los 70, el país vivió la bonanza cafetera y por cuenta del despilfarro del gobierno de entonces, la inflación llegó al 126 %.  Pues bien: 40 años después, Colombia tuvo una bonanza petrolera y, por cuenta del gasto desenfrenado del gobierno, estamos en los primeros padecimientos de una crisis económica… Como dijo Marco Tulio Cicerón, “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”.
 
Sin embargo, la respuesta más alarmante la dio la mexicana Valeria, quien escribió: “la materia que más odio es esa en la que te cachan el acordeón y te reprueban”. Un país cuyos jóvenes tienen el fraude como herramienta, está condenado a repetir los ciclos de corrupción y de antivalores, pues el engaño como forma de ocultar la incapacidad académica, o simplemente la pereza, es el primer peldaño de una escalera que conduce a la profundización del subdesarrollo.
 
Aunque tenemos jóvenes destacados, el panorama desalienta: hay un grupo enorme de muchachos que carece de un proyecto de vida, que no tiene interés alguno por conocer el pasado para corregir los errores y que utiliza la trampa como un velo para ocultar su falta de esfuerzo y disciplina, que son las únicas herramientas que permiten alcanzar la prosperidad y el bienestar en una nación.

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