Cultura ciudadana y convivencia: ¿A la caneca?

La cultura ciudadana no es la ocurrencia de algún exalcalde en sus noches de insomnio. De hecho, la convivencia pacífica surge de su práctica constante, entendiendo que el respeto por los derechos ajenos le otorga al individuo la autoridad moral para defender los suyos.

 

No puede convertirse en una situación habitual que nuestros jóvenes consuman licor en el espacio público o en las áreas comunes.  Tampoco puede volverse costumbre que toda la comunidad se resigne a la sordera que padecen los “pobres niños”, quienes “tienen” que utilizar un altísimo volumen para percibir “algo” de la música.

 

Es tal la vulneración de los derechos de los residentes, que en un conjunto de Ciudad Salitre Oriental se requirió la presencia de la Policía Nacional y de las unidades motorizadas de ASOBEL para hacer respetar la tranquilidad de los residentes. Sin embargo, los “sordos infantes” no se retiraron del lugar hasta que fueron apagadas las luces del área común.

 

De otro lado, el espacio público de Ciudad Salitre Oriental tampoco puede convertirse en escenario para el consumo de sustancias psicoactivas.  Esto lo saben bien los guardas de seguridad del sector, quienes a mediados del mes pasado, solicitaron el apoyo de los motorizados de ASOBEL y de la Policía Nacional, pues un grupo de tres jóvenes estaba vendiendo psicotrópicos en la zona verde.

 

Al llegar al lugar, los jóvenes trataron de esconder la droga y asumieron una conducta agresiva contra la Policía. Dos de los individuos eran menores de edad (14 y 17 años) y el tercero, quien finalmente guardó el alijo, es mayor de edad y reside en un conjunto del sector.

 

¿Será que a esos menores les enseñaron en sus casas el significado del respeto? ¿Sabrán acaso que significa el concepto de deberes ciudadanos? ¿Alguna vez habrán visto en sus familias cómo funciona la cultura ciudadana? Sus acciones demuestran lo que aprendieron o dejaron de aprender en sus hogares.