La masacre de Orlando y la tierra anhelada

Por Jaime Restrepo Vásquez
 
La espantosa masacre ocurrida recientemente en Orlando, Florida, despertó centenares de reflexiones sobre la acción terrorista. Una de ellas planteó que si Omar Mateen nació en los Estados Unidos, estudió en EE. UU, trabajó en EE. UU y mató a 49 conciudadanos, ¿por qué se hablaba de un terrorista islamista?
 
La reflexión es válida desde una perspectiva inmediata: la documentación de Mateen dice que nació en los Estados Unidos. Pero nacer en un territorio determinado no hace que, per se, surjan vínculos emocionales y afectivos que le permitan a un individuo echar raíces.  Se requiere que la familia, y el sujeto mismo, estén dispuestos a hacer lo que los expertos llaman mestizaje cultural. 
 
Dicho mestizaje implica que la familia asume las tradiciones, ritos, conceptos e idiomas del país anfitrión. Sin embargo, la mayoría de inmigrantes de países islámicos se han negado reiteradamente a ese mestizaje cultural y se han aislado en guetos emocionales y vivenciales, que impiden la penetración de la cultura que los acoge, con sus virtudes y defectos.  Tal situación ha ocurrido especialmente en Alemania, Reino Unido, Francia y Estados Unidos; lugares escogidos por los musulmanes que huyeron y huyen de las feroces tiranías de países como Irán, Afganistán y Somalia, entre otros.
 
Así, los emigrados logran establecer una forma de vida, incluyendo la conformación de una familia, cuyas nuevas generaciones ya son oriundas y ciudadanas del país anfitrión, aunque en el seno de su hogar, y en el círculo social en el que se desenvuelven, no deje de mirarse, con nostalgia, el lugar del que salieron sus antepasados. Ellos siguen sintiéndose extranjeros. Con la mirada puesta allá, y la negativa al mestizaje cultural, el lugar de nacimiento pasa a ser una anécdota, pues es la cultura islámica la única que se respira en el ambiente. Y hay un ingrediente adicional: las nuevas generaciones viven un complejo de culpa al disfrutar de la modernidad, mientras sus hermanos en otras partes del mundo, padecen –según ellos- la opresión de Israel, Estados Unidos o de la Unión Europea; y no de las feroces teocracias islamistas que basan sus ideas en la Sharia (derecho islámico) y malinterpretan el Corán.
 
También son cegados con la desinformación: creen que los palestinos no sufren por la corrupción gubernamental –la riqueza desmedida de Arafat es algo de lo que no se habla-, ni los iraníes malviven como consecuencia de la fracasada revolución islámica, ni Somalia y Yemen son estados fallidos por la teocracia aplastante que sobrellevan: todo es culpa del “Gran Satán”, es decir, de nosotros los infieles de occidente.
 
Finalmente, ¿la barbarie de Orlando tuvo una motivación homofóbica? ¡Claro que sí! Ya fuera por un acto de contricción o por el cumplimiento de las órdenes de líderes islamistas, quienes han señalado que matar homosexuales es una manifestación de piedad, la homofobia se manifestó en la matanza. De hecho, en Irán, Afganistán, Yemen y Sudán, por ejemplo, el homosexualismo es castigado con la pena de muerte, pues así lo establece la Sharia: no se puede olvidar que las raíces de Omar Mateen estaban en Afganistán.
 
AL CIERRE: Una aclaración pertinente: musulmán es alguien que cree en la religión de Mahoma. Islámico atañe a la religión islámica. Islamista se refiere a los movimientos islámicos cuya política es radical.

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