El desapego para ser feliz
Por Mery Constanza Pérez, Licenciada en Educación Física
y profesora de natación
Nadie se prepara para ser papá o mamá, ni tampoco para
ser feliz durante su permanencia en la tierra. Aunque hubiera preferido
compartir éste artículo con quienes deseamos ser felices a una edad menos
avanzada – no ahora que soy adulta mayor – es una realidad que estas
reflexiones son posibles aceptando que algún día partiremos, cuando tenemos
claridad del acontecimiento de la vida.
No sé nada del tiempo, es un misterio para mí que no
comprendo la eternidad, pero acepto que mi cuerpo nunca será inmortal, que
envejecerá, que un día se acabará. Estamos hechos de recuerdos y olvidos,
deseos, memorias, residuos, ruidos y susurros; silencios, días y noches,
pequeñas historias y sutiles detalles. Todo esto es pasajero y transitorio.
Sé que vine al mundo para hacer algo por él, para da lo
mejor de mí y dejar huellas positivas
de mis pasos.
En el momento de partir, debo aceptar que mi madre y padre no durarán para
siempre, que mi hijo poco a poco escogerá su camino y lo haría sin mí. Que él
no era mío como lo suponía. Que la libertad de ir y venir es también su
derecho. Que mis bienes me fueron confiados en préstamo, que no me pertenecen y
que son tan fugaces como fugaz es mi propia existencia en la tierra. Que los
bienes quedarán para uso de otras personas cuando yo tenga que partir. Lo que
yo llamo mi casa es solo un techo temporal que será el abrigo terrenal de otra
familia. Es necesario aceptar que el apego a las cosas, solo apresura aún más
mi despedida y partida.
Acepto que los animales que quiero y los árboles que
regué, flores y aves son mortales y no pertenecen a nadie. Acepto también las
fragilidades, límites y mi condición de ser mortal, efímero. La vida siempre
continuará conmigo o sin mí… El mundo en poco tiempo me olvidará.
Reconozco que tuve que liberarme de sentimientos de apego
para entender esta realidad y compartirla, ello hace parte de la felicidad de
sentir y aprovechar con humildad lo que nos ofrece la vida. Me rendí con
fortaleza y acepté lo que debe ser dejar el apego, para lanzar fuera de mi el
orgullo y la prepotencia, volviendo a la simplicidad de la naturaleza que trata
a todos de la misma manera, sin favoritismos. Tuve que desarmarme y abrir mis
brazos para reconocer la vida como es, que todo es transitorio y que sólo
funciona mientras estemos aquí en la Tierra.
La vida es un regalo que se te ha dado. Haz de este viaje
algo único y fantástico, aprende a ser generoso y a compartir lo que tienes con
la familia, con tus amigos y con aquellos que más necesitan. Vive bien, goza tu
vida y sé feliz.
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