Cuando los medios fallan

Por Jaime Restrepo Vásquez
 
Buena parte de la libertad del hombre proviene de la información que recibe y procesa. Sin embargo, resulta básico que la verdad sea el componente principal del mensaje transmitido, pues sin ella es imposible que la sociedad cuente con los elementos para tomar decisiones y formar opiniones sobre un hecho ocurrido.
 
Además de la verdad, la calidad de la información debe considerar aspectos como la posibilidad de asimilación, la ubicación del mensaje, el tono y la profundidad requerida para que cualquiera entienda la verdad difundida. Por desgracia, la verdad y la calidad se han convertido en asuntos irrelevantes, dando paso al manejo irresponsable de la información, al punto de invisibilizar aquellos hechos que resultan inconvenientes para quienes pagan la pauta o para los dueños de los medios, pues ven amenazados sus intereses con una información determinada.
 
En este escenario, resulta nocivo que el Estado intervenga con pauta al punto de convertirse en el mayor patrocinador de un medio de comunicación, pues tal situación termina por someter a los medios a los intereses del gobernante y de su agenda, quitando del camino la posibilidad del cuestionamiento.
 
Es un chantaje: a mayor apoyo a la agenda del Estado, mayor es la pauta que recibe o, de cuestionar los dictados oficiales, puede reducirse dicha pauta hasta obligar al medio a desaparecer. Lo anterior lleva a los periodistas a renunciar a su misión ética, para convertirse en simples propagandistas que abdican del privilegio de difundir información verdadera y de calidad. Así, la verdad es negada al punto de convertir algo inconveniente en la panacea que todos esperaban para seguir viviendo. 
 
Sin embargo, esta fórmula viene siendo amenazada por las redes sociales, que no dependen de una pauta, ni de los intereses de un gobierno o de los propietarios de un medio. En ellas surgen pequeñas verdades que se van juntando para mostrar un suceso en sus distintas dimensiones, incluyendo opiniones variopintas que escudriñan un hecho hasta casi agotar el análisis.
 
Gobernantes y medios están desesperados con las redes sociales: algunos las desprecian de dientes para afuera; otros dedican una parte del presupuesto al oficio de defender y promover en ellas, la propaganda de quien gobierna.  Pese a esto, la realidad es que, con el paso de los días, crece la influencia de las redes sociales, pues ya el ciudadano no está supeditado a aceptar, con sumisión, lo que dicen los medios: ahora el ciudadano es parte de la información, interactúa y cuestiona sin pudor… ¡Y claro! También da a conocer eso que los medios o los gobernantes se empeñan en ocultar. 

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