El regalo soñado

En medio del aroma de la natilla y de los buñuelos, es inevitable sentir una enorme curiosidad por los regalos que se van apilando alrededor del árbol de Navidad: ¿Qué será eso? ¿Me gustará?, son interrogantes que cruzan por la mente de muchos.
 
En diversas ocasiones me he preguntado: ¿qué quiero de regalo de Navidad? En alguna oportunidad, lleno de optimismo, entré con mi familia a un centro comercial… ¡Imposible no encontrar algo que saciara mi apetito navideño! 
 
Después de varias horas de caminar y caminar, de ver vitrinas, de preguntar y curiosear por todas partes, no encontré absolutamente nada que llenara mis expectativas.  ¿Pero, cuáles eran esas expectativas?
 
Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que el regalo que anhelo no tiene que ver con exigencias sobrenaturales, ni mucho menos con un objeto que cueste millones: todo indica que lo que tanto espero, no se encuentra en los anaqueles de algún almacén.
 
¿Qué quiero de Navidad? Me encanta la vida sin sobresaltos, despertarme cada día sin temor alguno y con la convicción de tener las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos propios de la existencia. Tengo claro que el sendero tiene obstáculos, pero en Navidad quiero reafirmar la certeza de poder derribarlos y seguir adelante…  Anhelo que en las tormentas que se presentan en mi vida, pueda maniobrar con firmeza para llegar a buen puerto. 
 
No quiero una colección de regalos multicolores junto al árbol de Navidad, que se ven muy bien para las apariencias, pero dejan verdaderos abismos económicos para el nuevo año.  Aspiro a regalos mucho más exigentes, como una palabra de gratitud que salga del corazón, o disfrutar de miles de conversaciones sinceras y llenas de empatía.  Espero que haya una ratificación del esfuerzo familiar para no perturbar la tranquilidad que disfrutamos, incluyendo la renovación de la disposición individual para trabajar en equipo, dar lo mejor de sí en cada circunstancia y así sortear los retos de manera oportuna y eficaz.
 
¿De qué sirve un regalo enorme y costoso, cuando no se cuenta con el respeto y amor de la familia? ¿De qué vale un obsequio ostentoso, cuando en las tormentas, la familia deja solos a papá y mamá o peor aún, continúa con sus exigencias sin importar las circunstancias que están viviendo?  El mejor regalo no se ve junto al Árbol: se siente en el ambiente, palpita en las palabras y acciones de nuestra familia y amigos y brilla como una antorcha poderosa en medio de las tinieblas que a veces surgen en la vida… Para todos, mi deseo sincero es que vivan una verdadera Navidad.

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