¿Y ahora qué viene?

Después de la tempestad de las elecciones presidenciales, con las aguas más reposadas, es bueno mirar hacia adelante y pensar en el país que tendremos, gracias a la decisión de la mayoría de colombianos.
Durante mucho tiempo se seguirá hablando de paz, sin entrar de lleno en el significado de ese concepto.  De hecho, –por los resultados del 14 de junio- los colombianos apostaron por un modelo en el que se desconoce la letra menuda de lo que se está negociando en La Habana. Así mismo, una mayoría está dispuesta a tragarse el sapo de la impunidad, que ya es ley de la República gracias al Marco Jurídico para la Paz; con la esperanza de que tal actitud acabe con la violencia guerrillera.
Es más: resulta evidente que la mayoría de colombianos se siente cómoda con la posibilidad de que los ahora terroristas puedan dirigir los destinos de la nación, otorgándoles el poder de transformar el modelo económico, político y social; conforme a los dogmas comunistas que siempre han exhibido como “novedosas” ideas de cambio.
De otro lado, el reelegido Presidente no la tendrá fácil ya que en la Unidad Nacional existen tensiones y radicalidades irreconciliables, en una penosa ausencia de coherencia ideológica: los perseguidores de Samuel Moreno sentados con sus defensores. Junto a los que se rasgaban las vestiduras por el atajismo están los que juegan al “todo vale” y el máximo exponente de la homofobia escatológica alza la mano del triunfo con los representantes de la comunidad LGTBI. Y claro, los que se han mostrado proclives a desprestigiar a los ricos, están felices por la victoria de la más rancia oligarquía capitalina.
 Fue sorprendente ver la metamorfosis kafkiana de la política colombiana en pocas semanas: en primera vuelta, algunos atacaron al reelegido Presidente, señalándolo de corrupto, inepto e incapacitado para lograr la paz. Sin embargo, días antes de la segunda vuelta, los críticos expiaron sus culpas y el maligno candidato se convirtió, de repente, en el más destacado representante de la decencia, la rectitud y la eficiencia… ¡Todo un adalid de la paz!
¿Qué pasará con las miles de personas que votaron por la inagotable colección de promesas, cuando al pasar el tiempo, vean que no se cumplieron sus deseos?  De hecho, en cuanto a la economía, el Director de la DIAN ya anunció que es inevitable una nueva reforma tributaria, por lo cual, en menos de dos años, los colombianos comenzaremos a asumir los costos de la paz que están negociando y empezaremos a tapar, con nuestros impuestos, los enormes huecos fiscales que dejará el pago de los respaldos y de las volteretas que facilitaron la reelección.

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