Esperanza
Por Jaime Restrepo Vásquez
Pese a toda evidencia, a las noticias que se superan en
monstruosidad unas a otras, al desmadre de los criminales, al cinismo de los
corruptos y a la venganza de los ineptos; la actitud de los ciudadanos no puede
acercarse siquiera a la resignación. Al contrario: 2017 debe ser un año de
esperanza, en el cual cada uno de nosotros destierre los sinsabores y asuma el
propósito de esperar lo mejor, así el panorama vaticine tormentas
inmisericordes.
Eso de la esperanza solo es posible cuando el horizonte
se antoja amenazante, como pasa cuando unos pocos segundos antes de la muerte,
los seres queridos esperan que ocurra un milagro y la persona supere su
condición de agonía. Y en muchas ocasiones ocurre: el moribundo mejora y la
esperanza que exhibieron sus familiares, contra toda realidad, brilló con
esplendor.
Esa es la esperanza contra la evidencia, la que se
sostiene de algo que para muchos es absurdo y para otros resulta
incomprensible. Ante el panorama del país y de nuestra sociedad, la esperanza
es la única que nos puede brindar un poco de cordura y no sucumbir ante la
avalancha de sucesos cada vez más desesperanzadores.
De hecho, esa esperanza implica continuar con nuestros
proyectos de vida y sobre todo, favorecer la alegría. Hace 17 años, la
situación del país nos contagió a todos.
En las calles, el ambiente de tensión se podía cortar con tijeras, pues
cada noticia que llegaba era peor que la anterior. Sencillamente renunciamos a la esperanza y
entramos en un trance de resignación y rabia que se vio reflejada en el
incremento de la violencia, en la irascibilidad callejera y en las reacciones
desproporcionadas entre vecinos.
Hoy por hoy, lo que digan o expliquen los noticieros y
los columnistas de toda laya, debe pasar a un segundo plano: hay que defender
nuestros muros, reconstruir las partes que amenacen ruina y avanzar como
individuos, como familias y como comunidad.
Neguémonos a la resignación, levantemos murallas que impidan la contaminación
de la desesperanza, establezcamos unos límites en los que nada ni nadie nos
pueda dañar la verdadera paz, esa que sobrepasa todo entendimiento.
Todas las predicciones –basadas en datos- coinciden en
diagnosticar un año turbulento. Eso puede pasar en lo económico, en lo
político, en lo internacional, pero el muro que levantemos y conservemos en
nuestro interior y en el seno de nuestras familias, será la defensa de lo único
que debe quedar siempre en pie: nuestra esperanza. Por eso, contra las evidencias,
las predicciones expertas y las bajas expectativas; mantengamos viva la
esperanza y asumamos la certeza de los buenos tiempos venideros, pues esta es
la única forma de enfrentar con éxito el desafío del porvenir.
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