Animales humanizados

Por Jaime Restrepo Vásquez
 
A muchos nos pasa: ver sufrir a los animales nos parte el corazón. Incluso nos envalentonamos cuando alguien se atreve, ante nosotros, a maltratarlos. Como si fuera poco, sentimos una profunda desconfianza de aquel que manifiesta desprecio o fastidio por los animales.
 
El trágico episodio de un médico que mató a patadas a un pequeño perro, despertó la indignación de los ciudadanos. ¿Cómo se puede entender y admitir que un hombre patee a una mascota hasta ocasionarle la muerte? Aunque no es aceptable semejante situación, si tuvo una explicación: la causa de la reacción fue que el perro mordió al pequeño hijo del médico, dejando una horrible herida en la pierna del niño. 
 
Lo que comienza a verse mal es que a nadie le importó la causa ni tampoco alguien manifestó preocupación por la salud del menor que al fin de cuentas, es un niño, un ser humano. Este episodio trajo a mi memoria los primeros días de mi hija en el jardín infantil.  En alguna oportunidad, la niña llegó con un pequeño rasguño en su rostro… ¡Oh ira infinita! Rayos y centellas me rodeaban, mientras caminaba precipitado al jardín infantil. Quería saber el nombre, dirección, teléfono, señales particulares y todo sobre el o la agresora. Por fortuna, la calma llegó al ver que el rasguño era insignificante, comparado con las heridas y mordiscos que le había dejado mi hija a su agresor.
 
El punto es que es difícil predecir la respuesta de un padre de familia que ve vulnerada la integridad de un hijo. A nadie se le ocurrió que la muerte del perro fue consecuencia de la irresponsabilidad de sus propietarios, pues la ley determina que los animales domésticos deben estar con su traílla en cualquier espacio público o en las áreas comunes de los conjuntos.
 
Ver el odio de las masas contra el médico, avivado por los irresponsables propietarios que posaban de víctimas adoloridas, llamando asesino a quien mató al perrito, debería generar una reflexión seria sobre la escala de valores de nuestra sociedad: ¿es menos importante la agresión a un menor que el ataque mortal contra un animal? ¿Por qué nadie se indignó con los propietarios irresponsables que no cumplieron la ley? La masa enardecida solo gritaba ¡asesino, asesino!, como si el médico le hubiese quitado la vida a un ser humano, que es la definición de asesinato.
 
Mientras esto pasaba en Bogotá, en La Guajira y en el Chocó seguían muriendo niños por desnutrición, pero eso no ha generado una sola manifestación espontánea de nuestra sociedad… Pero un padre enardecido, y equivocado, mató a un perro de propietarios irresponsables y prácticamente lo querían linchar. Esa es la integridad moral de Colombia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Recuerda el incendio de Puente Aranda?

El Camino de la vida: Un sendero que debemos recorrer

Cancha de la Calle 22 B con Carrera 58 : ¿Usted asistió a la entrega oficial de los trabajos?