¡Pelea, pelea!

Resulta alarmante el más reciente informe de la Policía Metropolitana de Bogotá.  El documento señala que, durante el pasado mes de enero, casi la mitad de los homicidios ocurridos en la capital se originaron en riñas y estallidos de intolerancia, convirtiéndose en la principal causa de muertes violentas en la ciudad.
 
Según la Policía, el consumo de licor, la ira al volante y hasta los piropos, terminan muchas veces en peleas, intolerancia y muerte. Sin embargo, uno de los factores que incita con mayor determinación a la violencia es el de los pleitos vecinales, ocasionados –entre otros factores- por el desespero de padecer a un vecino que no tiene reparo en utilizar su equipo de sonido a todo volumen.  De igual forma, aquellas personas que no recogen los excrementos de sus mascotas en las calles o parques son detonantes de violencia. Muchas veces, esos irresponsables reciben los justos reclamos de sus vecinos como una afrenta que, literalmente, creen que debe resarcirse con sangre.
 
Son diversas las condiciones agravantes que convergen en el incremento de las peleas ciudadanas: el creciente caos vial, la inseguridad campante, los vendedores ambulantes usurpando el espacio público, la sensación de ausencia de autoridad en la ciudad y los “delicados” aromas de los lixiviados –arrojados por las volquetas y los compactadores chatarra alquilados por el Distrito- que se dispersan por el ambiente en varios sectores de la ciudad. 
 
Todo lo anterior, entre otros factores, genera un sentimiento de zozobra e impotencia en el ciudadano, quien finalmente –por incultura y desesperación- busca una válvula de escape catastrófica: la violencia. En condiciones normales, el vecino del ruido ensordecedor, refunfuñando, disminuiría el volumen de su equipo.  En esas mismas condiciones, el propietario de una mascota se avergonzaría y procedería a recoger el excremento de su perro, así sea con fastidio y vociferando entre dientes. 
 
Lo cierto es que la ansiedad y el abandono de las políticas de cultura ciudadana, llevan a los vecinos a comportamientos retadores e inaceptables que pueden terminar en una pelea o en una muerte violenta.  Ahí está el desafío para la ciudadanía: conservar la calma y enfrentar las situaciones con respeto y amabilidad, renunciando a las espirales de violencia que comienzan con un llamado de atención o un comentario desagradable y finalizan en una agresión cuyas consecuencias siempre son impredecibles.
 
DE OTRO LADO: Las autoridades distritales muestran orgullosas que, durante el último año, el homicidio se redujo el 17 %. Hay que reconocer que no es la disminución más importante en el país, pues según las cifras, la entidad territorial que mostró el descenso más significativo de homicidios durante el año 2012 fue el departamento de Córdoba, con una reducción del 43 % en el número de muertes violentas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Recuerda el incendio de Puente Aranda?

El Camino de la vida: Un sendero que debemos recorrer