Los desastres: ¿acciones de la naturaleza o consecuencias de la actividad humana?
Ante los trágicos desastres
ocasionados recientemente por el invierno en Mocoa, Manizales y otros lugares
del país, no deja uno de preguntarse ¿cómo puedo contribuir a evitar estos
males o a mitigar el impacto de sus daños, en el caso de que sea inevitable su
ocurrencia? Y es que el calentamiento global, la contaminación, la
deforestación y la erosión son una realidad nacional y global, producida principalmente por la mano del
hombre, que amenaza cada vez más el bienestar de todos los seres vivos, aunque
algunos importantes mandatarios lo desconozcan.
Bien podemos iniciar el ejercicio
de este compromiso ciudadano -que debería ser tan natural como respirar- desde
nuestros hogares, con el manejo adecuado de las basuras, mediante su separación
y clasificación, evitando la evacuación de desperdicios por desagües y sifones,
tales como residuos de café y aceites, por ejemplo. También es importante no
arrojar papeles y otros elementos por los sanitarios. Igualmente en la calle,
recogiendo las excretas de nuestras mascotas y no arrojando basuras al piso,
que van a parar ineludiblemente a cajas de inspección y alcantarillas, y que,
durante los fuertes aguaceros como los ocurridos estas últimas semanas,
producen taponamientos, inundaciones y destrucción en calles y viviendas, que
perfectamente pueden ser evitables.
Asimismo, desde nuestro
territorio verde, podemos promover la preservación de humedales y reservas
forestales contra su desecación y reducción. En el caso de Bogotá, con la
reducción del área de humedales de 50.000 a menos de 1.000 hectáreas en los
últimos 60 años -por cuenta del relleno de estos con escombros y basuras para
la construcción de edificaciones, entre otros aspectos- hemos incrementado la
vulnerabilidad ante inundaciones en la ciudad y debilitado el albergue para
especies de aves endémicas y migratorias, aparte de microorganismos, insectos e
invertebrados, todos vitales para el equilibrio del resto de ecosistemas.
Precisamente la reserva forestal Thomas Van der Hammen, el segundo pulmón de la
ciudad, además de asegurar la vida de los humedales del norte de Bogotá,
garantiza la conectividad de los ecosistemas de la cuenca alta del río Bogotá
con los cerros orientales, favoreciendo su recuperación.
Finalmente, a nuestros
gobernantes debemos exigirles no limitarse a implementar las agendas de
urbanizadores y de explotadores de recursos naturales, sin análisis de riesgos,
ni planes de prevención de desastres. Es menester de la ciudadanía evitar que
los gobernantes adecúen el ordenamiento territorial a los intereses privados,
anteponiéndolos al bienestar común, que está representado en un modelo de
desarrollo sustentable y armonioso con la naturaleza.
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